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#NoEsBasura:

La biomasa nunca es desperdicio

Desde hace algún tiempo la palabra “biocombustibles” se ubicó en el mapa. Estos combustibles renovables producidos a partir de biomasa, aparecen como sustitutos de los combustibles fósiles y prometen una posible solución al problema energético global, pero existen algunos argumentos que ponen en duda esta afirmación.

Cuando hacemos referencia a biocarburantes o biocombustibles estamos hablando de una sustancia elaborada en base a una biomasa, generalmente de origen vegetal, que se utiliza como combustible en motores de combustión interna; en Argentina, esta sustancia es mayormente empleada para cortar las naftas que se utilizan para el transporte, con el objetivo de reducir los impactos negativos de los combustibles fósiles en el medio ambiente. Existen diversos tipos de biocombustibles en desarrollo pero la realidad es que, actualmente, la mayoría de los biocarburantes disponibles en el mercado son elaborados con plantas; y Córdoba no es la excepción. La provincia consolidada en 2018 como la principal productora de biocombustibles del país -según el informe del Banco de Comercio de Rosario-, elabora los biocarburantes utilizados a base de maíz y caña de azúcar.

El dilema principal es si realmente esta es una opción amigable con el medio ambiente y si, lo que más nos compete a nosotros, contribuye a la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos. Para desarrollar esto, es necesario saber que existen tres clasificaciones de biocombustibles: primera generación, segunda generación y tercera generación.

Los biocarburantes para el transporte que se producen en Córdoba son los de primera generación. Éstos se elaboran por medio de la tecnología más convencional; la energía se obtiene a partir de biomasa que contenga azúcares simples (como el almidón) o algún compuesto que pueda convertirse en ellos. En este tipo de producción, dado que las materias primas son alimentos, se implanta el debate “Alimento vs. Combustibles”; ¿atenta la producción de biocombustibles contra la biodiversidad y el suministro de alimentos? Para responder ésta y muchas preguntas más, decidimos consultar a German Di Bella, ingeniero agrónomo y director de recursos humanos e institucionales de Bio4 (quinta empresa con mayor producción de biocombustibles del país).

“La demanda del maíz no atenta a la biodiversidad porque lo que genera ese tipo de plantas (productoras de biocombustibles) es lograr estabilizar una rotación entre soja y maíz” explicó Di Bella, afirmando que “hoy estamos atentando contra la biodiversidad al hacer monocultivos de soja”. El desequilibrio en la rotación de cultivos es una situación que aún no se ha solucionado en Argentina; los costos de implantación, alquiler y flete son menores para los productores de soja que para los que producen maíz o trigo; por lo que al trabajador agrícola le es más rentable, a corto plazo, cultivar soja. El problema del cultivo excesivo de esta especie vegetal, es que si no se cumple con la rotación recomendada, el suelo comienza a deteriorarse hasta perderse y se favorece el desarrollo de enfermedades que afectan a la clase específica del cultivo. De esta forma, al aumentar la demanda de maíz para la producción de biocombustibles, las empresas elaboradoras de biocarburantes están contribuyendo a la rotación equilibrada de cultivo e impulsando la biodiversidad. Tras ser consultado acerca de si la producción de biocombustibles pone en riesgo el suministro de alimentos, Germán Di Bella manifestó que esto “no le saca alimento a nadie pero sí favorece al desarrollo del alimento, a transformar la proteína vegetal en animal y a la energía”. 

Por otra parte, uno de los fundamentos más utilizados para cuestionar el beneficio al medioambiente que gira en torno a los biocombustibles, hace referencia al derroche de agua en el proceso productivo de los mismos. En el caso de la empresa Bio4, el agua es reutilizada en los fermentadores de la planta de bioetanol (alcohol etílico de alta pureza que puede ser utilizado como biocarburante) y, en caso de que exista un excedente,  se contiene, se trata en piletas de filtrado y se reutiliza en riego. En este ejemplo, el argumento del derroche hídrico perdería valor.

Adentrándonos un poco más en la temática, es necesario preguntar ¿son los biocombustibles una solución o una medida que contribuya a disminuir las pérdidas alimentarias? La realidad es que, en primera instancia, los biocarburantes de primera generación no lo son. El grano de maíz que se utiliza para la elaboración de biocombustibles requiere los mismos estándares de comercialización que un grano destinado a otro fin. Sin embargo, debido a que “el grano de maíz es el grano al que, por excelencia, más cantidad de cosas uno le puede sacar”, según afirmó Germán Di Bella, existen subproductos que ayudan a disminuir la cantidad de pérdidas de las cerealeras. Desde Bio4, aseguraron que la pérdida de maíz en el proceso productivo de biocombustibles ronda el 1% del total del maíz que manejan. No obstante, ese “sobrante” es reutilizado para la elaboración de sus subproductos, como lo es el alimento vacuno, o en las plantas de fermentación. Debido a que se encuentra otro fin para el producto que no es utilizado para la elaboración de biocombustibles, no podemos catalogar a ese 1% como pérdidas. A su vez, si retomamos la afirmación de Di Bella que hace referencia a la contribución de la industria, al aumentar la demanda de maíz, en la rotación de cultivos, podemos relacionar los beneficios que ello conlleva con la disminución de pérdidas en el proceso productivo del alimento. Una rotación equilibrada de cultivo contribuye a la sustentabilidad del suelo, lo cual reduce un impacto desfavorable en la producción; por ende, esto culmina en una disminución de pérdidas en el proceso productivo.

En resumen, esta forma alternativa de producción de energía, indirectamente culmina por contribuir a la disminución de pérdidas alimenticias. De igual manera, sería aún más significativa la incidencia de los biocombustibles en la reducción de los desechos orgánicos, si la materia prima de los biocarburantes fuera exclusivamente la biomasa que se descarta. En Argentina, son pocos los avances científicos que permitieron realizar las primeras pruebas de elaboración de biocombustibles a base de desechos alimenticios. El último descubrimiento presentado, que tuvo lugar en Santa Fe en marzo del corriente año, utiliza los azúcares presentes en los desechos de zanahoria y los transforma, a través del proceso de fermentación, en bioetanol de segunda generación útil para la industria de los combustibles y otros sectores. 

La tendencia por incluir cada vez más en el mercado argentino esta alternativa a los combustibles fósiles, está en pleno auge y será cuestión de tiempo para que descubran una forma sustentable y rentable que permita elaborar biocombustibles a base de las pérdidas y desperdicios orgánicos. Mientras esto ocurre, la producción de biocarburantes a partir de la caña de azúcar y el maíz, y el uso de los sobrantes de este proceso para la elaboración de alimento para animales, dejan una huella favorable en el medio ambiente.

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